En una entrega de Diseño, creo que la tesis, Jesus interrumpio el inicio de la discusión y salió a buscar a un joven profesor que yo no conocía (yo acababa de entrar a la FAU) y discutieron publica y apasionadamente sobre lo terreno y lo divino a espensas de un proyecto claramente mediocre. Yo quedé absolutamente impactado por las cabriolas esperituales que esos dos personajes me permitieron vivir por un rato en los pasillos del Edificio de Villanueva. Ese día creo que tuvo mucho quever con que me haya dedicado a la docencia de la arquitectura el resto de mi vida. Cuando vuelva a Caracas, dedicaré el ejemplar mi libro que está en la biblioteca de la facultad a esos dos profesores. Ahora sólo puedo decir: gracias Jesus, gracias Federico.
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